LA MUERTE Y EL MÁS ALLÁ
Sétima parte
Por Raymond Bernard, F.R.C.
LA FAMILIA CÓSMICA
En este punto de mi exposición, debo una vez más, volver atrás para considerar los hechos a partir de un punto de vista más elevado y establecer, tanto como sea posible, una comparación. Con esto quiero decir que ya es hora de examinar lo que pasa a nivel de la familia cósmica donde el alma-personalidad en transición es esperada.
Cuándo un ser querido nos abandona para hacer un largo viaje a un país lejano en donde residen otros miembros de la familia, tanto él como nosotros nos entristecemos por la separación, pero nos consolamos pensando en la felicidad de los que le esperan y en la suya propia al encontrarlos después de tan largo tiempo. Si uno de los nuestros parte para el gran viaje cósmico, cierto que estaremos tristes, porque nuestro corazón no es de piedra, pero el consuelo descenderá sobre nosotros, al pensar que, después del rápido viaje, será recibido con inmensa alegría por los que le han preparado su morada entre ellos. Soñemos en la maravillosa dicha que experimentará entonces. El amor nunca es egoísta y, si lo fuese, no merecería este nombre. Si verdaderamente amamos al desaparecido, tendremos que estar en paz sabiendo que ha llegado a buen puerto entre seres que lo quieren con el más grande amor, y que jamás se alejarán de su presencia. Por otra parte, esa persona nunca nos olvidará. "El hombre es un dios caído, que se acuerda de los cielos", pero según mi concepto, "el alma es un hombre glorificado y glorioso que se acuerda de la Tierra".
¿Han pensado alguna vez en lo que sucede, cuando el alma-personalidad que hemos amado bajo una expresión física, abandona a su familia espiritual para seguir, en otra encarnación, el progreso en el camino hacia la vuelta final?
No crean que hay en ese momento tristeza en la familia cósmica; la partida es acompañada por los mejores deseos de las que se quedan, la tristeza cede inmediatamente el lugar a la comprensión y a la alegría de saber que una nueva etapa será franqueada por la hermana querida.
Veamos ahora su retorno. Todas las almas-personalidad del mismo grado, concierto o familia cósmica sienten cuándo se efectuará. Esperan la llegada de esta personalidad anímica que viene a ellas por la ley de la armonía. Asisten incluso a los eventos de su venida y nacimiento cósmico. En los primeros instantes de la muerte, las más evolucionadas le dirigen sus vibraciones de amor y de paz. La rodean de cuidados tan afectuosos como los que prodiga una madre al niño que acaba de acoger. Al igual que el niño, el alma-personalidad no tiene consciencia de este hecho. Su familia sabe que debe someterse al sueño regenerador y que a continuación llegará el momento de los encuentros.
Esto es lo que tiene lugar efectivamente. El alma-personalidad al despertarse, reconoce a su familia, que posiblemente haya aumentado. Puede que algunas de sus almas-personalidad la hayan abandonado para efectuar otro viaje y otras, una vez terminado el suyo, se habrán establecido más alto. Ya que la comprensión es diferente en esos niveles, tales constataciones no son tristes. Saben que todo es para bien y que todas finalmente se volverán a encontrar en el momento merecido, en el mismo y último nivel ~ más alto y más glorioso.
Por supuesto que la venida del alma-personalidad a este concierto no tiene solamente como meta el permitirle que se reúna con una determinada compañía.
Este medio ambiente será el telón de fondo del nuevo estado, porque el alma-personalidad, a partir de ese momento, debe dedicarse a un examen de consciencia, repasar todas sus experiencias desde su origen y prepararse. No tiene otra cosa que hacer ni otro trabajo que cumplir sobre el plano que ha abandonado ~ la Tierra.
Ha tenido suficiente tiempo durante la encarnación, para llevar a cabo su obra. Ya no está en el plano físico. Debe simplemente asimilar la lección de sus experiencias y prepararse para la próxima etapa.
Naturalmente, hay una forma de instrucción en este nivel, pero sin experiencias. Por supuesto que la primera y más importante lección consiste en las conclusiones que el alma-personalidad saca de su obra terrestre, y también en un intenso trabajo de meditación, que sabe muy necesario, y al cual se dedica con una clara percepción.
Cada uno de los grados de los que ya nos hemos ocupado, se compone de grados o moradas. Cada alma-personalidad debe franquearlos desde el primero al último, quedándose en ellos más o menos tiempo, según el grado de evolución que haya alcanzado por sus experiencias. Por eso, todas las almas-personalidad de una misma familia cósmica se conocen y están en contacto unas con otras en el plano del amor, de la cooperación y ayuda mutua, pero cada una tiene su propio grado en la familia. Teniendo en cuenta lo que les he dicho y repetido desde el principio de esta exposición dedicada a la transición, deberá estar claro que cada uno de estos grados constituye uno más y más avanzado de meditación y preparación. El alma-personalidad comprende cada vez más los errores cometidos, se depura, se afina, toma consciencia del camino a recorrer y se prepara para ello. Es, en suma, una iniciación que se desarrolla en varias fases, hasta la última morada.
Los últimos grados son los de la aceptación ~ aceptación de la compensación por grande que ésta sea y su inmediato cumplimiento para conseguir por medio de la cruz de la Tierra, que se abra la rosa en el corazón del alma. Naturalmente, en los grados, conciertos o familias, el trabajo que se efectúa nunca es similar. Lo que he indicado hasta ahora es el denominador común del conjunto, aunque obviamente el trabajo sea cada vez más y más depurado, más y más sutil, a medida que se avanza en esta jerarquía. Es evidente que los niveles superiores de ésta confieren una responsabilidad mayor que los demás y que en éstos hay que realizar un trabajo especial de servicio. Los grados subordinados a la escala superior son bajo todos los conceptos una preparación, aunque consten de otros elementos. En cuánto a los más inferiores, son esencialmente una preparación para la vuelta. La mayor parte de las almas-personalidad deben volver al plano de la experiencia humana después de haber franqueado las moradas. Su descenso se efectuará según un proceso inverso al que he explicado para la elevación al nivel espiritual. Perderán progresivamente consciencia de su estado, atravesarán la etapa de sueño y aparecerán en la vida terrestre con el primer llanto del niño.
Creo comprenderán que no me es posible explicar con detalle el trabajo que se lleva a cabo al final de las moradas intermedias y especialmente en los grados superiores. Sería un sacrilegio ponerlo en palabras, porque es la obra más directa de la jerarquía esotérica y concierne al infinito del universo creado. Algunas veces a título de curiosidad, ojeo libros que pretenden exponer con mucho detalle el plan conjunto del creador y lo que tiene lugar en los más altos grados del orden cósmico. Nos hace sonreír semejante pretensión al mismo tiempo que nos entristece pensar que no solamente los autores de estas obras creen lo que en ellas declaran, con tanta seguridad, sino que los demás les concedan crédito y admitan, sin más reflexión, incluso que los planos tienen distintos colores (cuando el color no existe más que para nuestros ojos físicos) y llegan a explicarnos con todo género de detalles, los maestros que rigen cada plano, enumerando exhaustivamente sus nombres y cualidades. Desgraciadamente muchos, reciben informaciones de esta naturaleza, con agrado y veneración, que les produce el efecto de un narcótico espiritual.
Alimentan su imaginación e intelecto, creyendo por ello haber franqueado una gran etapa del conocimiento y estar más cerca del final. Olvidan que "Bienaventurados son, los pobres de espíritu", y que especialmente a ellos está reservado el reino de los cielos, o verdadero conocimiento ~ que se adquiere por el método, la técnica y la práctica, y cuando el intelecto está sosegado (no sobrecargado) por estas cuestiones esenciales. En esta nueva era, el tiempo no está en el intelecto, ni tampoco en las palabras. Está en el corazón, centro donde reside el maestro interior.
A él nos debemos dirigir en todas ocasiones. Él nos responderá y son sus directrices las que debemos aprender a escuchar y seguir. Esto es lo que enseña nuestra Orden a sus miembros, y por este motivo más que por ningún otro, es un privilegio ser Rosacruz.
miércoles, 28 de noviembre de 2007
sábado, 17 de noviembre de 2007
La muerte y el más allá (6)
LA MUERTE Y EL MÁS ALLÁ
Sexta parte
Por Raymond Bernard, F.R.C.
EL MARAVILLOSO CONJUNTO
En la gramática hay ciertas excepciones. Pero, felizmente, estas excepciones no constituyen la gramática.
Al empezar con las excepciones espirituales, hemos elegido un camino que nos permite volver a la regla y, de esta manera, poder abarcar el maravilloso conjunto.
Las reiteraciones, en un tema tan elevado, son necesarias para poder explorar perfectamente todas sus fases. Volvamos pues una vez más a los instantes en los que la transición se acerca y, examinemos lo que le ocurre al alma-personalidad, cuya expresión en el plano material, ha estado dentro de la norma, según la comprensión cósmica y las reglas de la evolución.
El único combate, en el momento de la muerte, si es que a esta fase generalmente rápida se le puede llamar combate, tiene lugar sólo en el nivel mental.
Sólo tendrá lugar, si existe temor; es un reflejo medio psíquico, ante lo que todavía es desconocido para el cuerpo. Esta impresión cesa, cuando el alma queda totalmente liberada. No existe si el moribundo se extingue apaciblemente, sin temor, en un ambiente armonioso. Volveremos más tarde sobre el ambiente que debe rodear al que nos deja, pero bueno es por el momento, insistir en el hecho de que toda manifestación ruidosa y desordenada, aunque no culpable y justificada por una profunda pena, no ayuda en nada al moribundo. Este, mientras todavía está consciente, sufre en su cuerpo por no poder dar el consuelo que necesitan los que le rodean. Quisiera hacerlo pero no puede. Además, si su temor todavía subsiste, los gritos y lamentos ruidosos aumentarán el esfuerzo que tiene que hacer por reconocer esa incógnita que se abre ante él. El alma-personalidad completamente liberada, quisiera hacer partícipe a los que acaba de abandonar físicamente, del bienestar que experimenta en su nuevo estado. Como ya he dicho, lo único que hace es esforzarse en transmitir vibraciones consoladoras desde el interior, pero los instantes que con gran amor emplea en este esfuerzo, le serían útiles, por otra parte, si los consagrase a volverse a conocer a sí misma y a su nuevo estado, sin por eso romper los lazos de afecto que siempre la unirán con los que se quedan. Si un ser querido les abandona, dejen libre curso a su pena interior, lloren, pero en silencio, con respeto y dignidad. Es la mejor asistencia que pueden darle al que parte para el reino del reposo y de la paz.
En el momento de la separación del alma, el cuerpo permanece pasivo, la liberación se produce, de alguna manera, desde arriba. Es como si el alma-personalidad fuese aspirada por el medio que le es propio. De hecho, nosotros, como Rosacruces, comprendemos que el alma universal, en cuyo seno se ha desarrollado esta personalidad particular e individualizada, "se retira en ese momento con su fuerza cohesiva y vital de un vehículo físico que ya no le es útil, llevándose en su retirada, la personalidad encarnada".
Constataremos también que, entre los adeptos avanzados, hay algunos que todavía creen que la personalidad anímica apenas liberada de sus amarras materiales, se presenta inmediatamente delante de un juez que determina el valor de la encarnación que finaliza, y adjudica al alma-personalidad una morada por un tiempo definido. No existe juez ni entidad encargada de tal misión en el plano cósmico. El alma-personalidad se juzga a sí misma, como ya veremos, y su grado de evolución, teniendo en cuenta su última encarnación, es lo que hará que pertenezca durante su estancia en el plano espiritual, a un grupo espiritual u otro, al ambiente vibratorio de uno u otro concierto o familia cósmica.
Otro error extremadamente grave y muy extendido, consiste en creer que, apenas la transición ha terminado, el alma-personalidad ve a Dios, a Cristo o a algún otro maestro cósmico, que acude a dar su veredicto en un sentido u otro. Semejante creencia es un absurdo. No olvidemos que " como es arriba es abajo". En la Tierra estamos rodeados y penetrados por todas partes de múltiples y diversas vibraciones y, aunque somos partes integrantes de un universo cósmico poblado de seres desencarnados, no nos damos cuenta de su presencia; pensamos y actuamos a nuestro nivel y nuestra participación se limita a lo que estamos capacitados para alcanzar, sea por nuestros cinco sentidos o por nuestras facultades psíquicas más o menos desarrolladas. Lo mismo ocurre con el alma-personalidad desencarnada. En otros términos, no tiene más consciencia de la que tenemos los humanos de los planos o grados que le son superiores y, menos aún, de las personalidades que los habitan. De hecho, tanto ellas como nosotros, todos vivimos en Dios.
Nunca repetiremos bastante que, en Él tenemos la vida, el movimiento y el ser. Como por lo general no estamos suficientemente evolucionados, no tenemos consciencia de ello. En la misma situación que nosotros están las almas-personalidad, salvo si han adquirido el grado de perfeccionamiento deseado, que les permita vibrar en el nivel de ese concierto sublime y final. Por consiguiente, la personalidad anímica desencarnada experimenta sólo una transferencia de consciencia en el nivel de lo invisible, en el nuevo estado que será suyo. Sea cual sea la familia, concierto o grado al que pertenezca, se encontrará en la misma situación que nos encontramos nosotros aquí abajo con respecto a los planos superiores, en los cuáles creemos aunque no los conozcamos, con la diferencia considerable que ella será capaz de conocer el punto alcanzado en su desarrollo en relación con el alcanzado en su lejano pasado, ahora totalmente descubierto ante ella. Verá y comprenderá los errores cometidos durante la encarnación, aceptando la necesidad de una justa compensación para su propio bien, en condiciones y medios similares a los que conoció anteriormente.
Antes de unirse a uno de los grados de los cuales he hablado antes, el alma-personalidad permanece durante unos siete días en el ambiente, en el aura de la Tierra, y en particular en las proximidades de la residencia que acaba de abandonar. Puede parecer inútil conocer o señalar este rasgo humano de un estado espiritual. Efectivamente lo sería, si no sirviese de ayuda a los que se quedan en el plano físico. El alma-personalidad durante estos siete días se habitúa a su nuevo medio. Toma consciencia, se despierta a un estado que es fundamentalmente el suyo, pero del cual había perdido el hábito. Al mismo tiempo mantiene contacto con los que ha abandonado, de la manera que ya he mencionado antes, no de otra. Es como un último adiós a las circunstancias que ha conocido y a los seres queridos que ha abandonado provisionalmente. Si tiene consciencia de alguna circunstancia en particular, la ve inmediatamente de nuevo; ella es esa circunstancia. Si tiene el recuerdo de un ser que ha amado, inmediatamente está en comunicación interior con él. Ella es inmediatamente aquello de lo que tiene consciencia. Pero sobre todo, al darse cuenta de su nuevo estado, comprende que necesita elevarse, es decir, encontrar su familia espiritual, participar en su grado. Si no ha tenido interés durante su encarnación en cuestiones metafísicas o espirituales, no comprende lo que debe hacer, estos siete días le sirven para conocer sus facultades, sus nuevos poderes y habituarse a ellos. Lo que pasa a continuación, quizás, sea poco esperado por ella; permanece en este estado de la transición, hasta que no esté en desventaja con las almas más adelantadas.
¿Qué va a pasar a continuación?
Todos los adeptos reconocen que en este momento, el alma-personalidad entra en un período que, usando una imagen, puede compararse al sueño. Realmente se trata de un período total de consciencia. Podemos llamar a este estado segunda muerte o de cualquier otra manera. Poco importa el nombre en tales materias. ¿Por qué este sueño? ¡Qué admirables son las leyes del cósmico! Esta particularidad de la transición del alma, ha sido establecida de acuerdo a la gran, a la única ley de amor universal que preside la creación. El alma-personalidad, habiendo tomado consciencia de su nuevo estado, necesita ahora unirse a su grado o concierto. En otros términos, necesita tomar consciencia de sus almas hermanas ~ de esas almas que por distintos caminos y diferentes experiencias, han alcanzado el mismo nivel espiritual. Contemplen a un niño durmiendo. A medida que pasan los días, días hechos sobre todo de sueño, el bebé va despertando a la vida del mundo. A cada nuevo despertar, sus ojos brillan más, su sonrisa se agranda.
Poco a poco va conociendo el entorno humano. En el plan cósmico, después de una vigilia temporal, después de la transición de un plano al otro (a ese plano que el bebé vuelve a encontrar durante su sueño, pero de modo inverso y por razones parecidas de toma de consciencia), el alma-personalidad se duerme.
En este punto mi concepción difiere de las conclusiones de todos lo que se han dedicado a investigar sobre la gran experiencia. Algunos constatan este sueño sin más. Otros declaran que tiene lugar bajo la influencia de la familia espiritual a la que pertenece el alma-personalidad y más particularmente bajo la influencia directa de una o varias almas-personalidad de esta familia, venidas al encuentro de la que llega, para conducirla sana y salva a su morada. La verdad es mucho más bella que todas estas interpretaciones. El universo está magníficamente ordenado y las leyes que lo gobiernan son ineludibles y rígidas para el mayor bien de la creación.
Este sueño es una ley con el mismo objetivo que el sueño del cuerpo. No necesita ser provocado. "Está dentro del orden de las cosas", como el hecho de comer o beber, dormir o respirar. La muerte es el sueño del cuerpo y el despertar del alma a una condición diferente. La segunda muerte es el sueño del alma y su nacimiento a una nueva vida, a una existencia particularizada en una familia cósmica determinada y merecida.
Después de éste breve sueño, el alma-personalidad volverá a tomar consciencia, esta vez, percibirá a las otras almas-personalidad de su grado y su existencia ~de lo cuál ya hablaré~ se acoplará a su nuevo ambiente. ¿Qué pasa durante ese sueño, exteriormente al alma-personalidad? Aquí tocamos un punto extremadamente delicado.
Hay quién afirma que ese sueño le evita tomar consciencia de las bajas y penosas vibraciones que envuelven la Tierra y que están causadas por los pensamientos negativos del mundo o por la presencia de algunas almas apegadas a la Tierra. Estoy persuadido que eso no es así y hago notar que esta explicación no resuelve el problema de lo que pasa durante este sueño del alma. En efecto, algo ocurre y ha sido presentido, aunque mal expresado por muchos autores místicos.
Realmente es en éste momento cuando el aliento divino se transmite al alma-personalidad. Entendamos por esto, que por medio de las fuerzas y leyes cósmicas, se purifica de sus últimas vibraciones materiales y se carga de la energía positiva necesaria para su nueva expresión cósmica. El niño toma posesión de su cuerpo físico; el alma toma posesión de sus facultades propias. A su despertar, no volverá a ser la personalidad anímica que abandonó un cuerpo humano. Será el alma-personalidad consciente de sí misma que fue desde el comienzo.
Sexta parte
Por Raymond Bernard, F.R.C.
EL MARAVILLOSO CONJUNTO
En la gramática hay ciertas excepciones. Pero, felizmente, estas excepciones no constituyen la gramática.
Al empezar con las excepciones espirituales, hemos elegido un camino que nos permite volver a la regla y, de esta manera, poder abarcar el maravilloso conjunto.
Las reiteraciones, en un tema tan elevado, son necesarias para poder explorar perfectamente todas sus fases. Volvamos pues una vez más a los instantes en los que la transición se acerca y, examinemos lo que le ocurre al alma-personalidad, cuya expresión en el plano material, ha estado dentro de la norma, según la comprensión cósmica y las reglas de la evolución.
El único combate, en el momento de la muerte, si es que a esta fase generalmente rápida se le puede llamar combate, tiene lugar sólo en el nivel mental.
Sólo tendrá lugar, si existe temor; es un reflejo medio psíquico, ante lo que todavía es desconocido para el cuerpo. Esta impresión cesa, cuando el alma queda totalmente liberada. No existe si el moribundo se extingue apaciblemente, sin temor, en un ambiente armonioso. Volveremos más tarde sobre el ambiente que debe rodear al que nos deja, pero bueno es por el momento, insistir en el hecho de que toda manifestación ruidosa y desordenada, aunque no culpable y justificada por una profunda pena, no ayuda en nada al moribundo. Este, mientras todavía está consciente, sufre en su cuerpo por no poder dar el consuelo que necesitan los que le rodean. Quisiera hacerlo pero no puede. Además, si su temor todavía subsiste, los gritos y lamentos ruidosos aumentarán el esfuerzo que tiene que hacer por reconocer esa incógnita que se abre ante él. El alma-personalidad completamente liberada, quisiera hacer partícipe a los que acaba de abandonar físicamente, del bienestar que experimenta en su nuevo estado. Como ya he dicho, lo único que hace es esforzarse en transmitir vibraciones consoladoras desde el interior, pero los instantes que con gran amor emplea en este esfuerzo, le serían útiles, por otra parte, si los consagrase a volverse a conocer a sí misma y a su nuevo estado, sin por eso romper los lazos de afecto que siempre la unirán con los que se quedan. Si un ser querido les abandona, dejen libre curso a su pena interior, lloren, pero en silencio, con respeto y dignidad. Es la mejor asistencia que pueden darle al que parte para el reino del reposo y de la paz.
En el momento de la separación del alma, el cuerpo permanece pasivo, la liberación se produce, de alguna manera, desde arriba. Es como si el alma-personalidad fuese aspirada por el medio que le es propio. De hecho, nosotros, como Rosacruces, comprendemos que el alma universal, en cuyo seno se ha desarrollado esta personalidad particular e individualizada, "se retira en ese momento con su fuerza cohesiva y vital de un vehículo físico que ya no le es útil, llevándose en su retirada, la personalidad encarnada".
Constataremos también que, entre los adeptos avanzados, hay algunos que todavía creen que la personalidad anímica apenas liberada de sus amarras materiales, se presenta inmediatamente delante de un juez que determina el valor de la encarnación que finaliza, y adjudica al alma-personalidad una morada por un tiempo definido. No existe juez ni entidad encargada de tal misión en el plano cósmico. El alma-personalidad se juzga a sí misma, como ya veremos, y su grado de evolución, teniendo en cuenta su última encarnación, es lo que hará que pertenezca durante su estancia en el plano espiritual, a un grupo espiritual u otro, al ambiente vibratorio de uno u otro concierto o familia cósmica.
Otro error extremadamente grave y muy extendido, consiste en creer que, apenas la transición ha terminado, el alma-personalidad ve a Dios, a Cristo o a algún otro maestro cósmico, que acude a dar su veredicto en un sentido u otro. Semejante creencia es un absurdo. No olvidemos que " como es arriba es abajo". En la Tierra estamos rodeados y penetrados por todas partes de múltiples y diversas vibraciones y, aunque somos partes integrantes de un universo cósmico poblado de seres desencarnados, no nos damos cuenta de su presencia; pensamos y actuamos a nuestro nivel y nuestra participación se limita a lo que estamos capacitados para alcanzar, sea por nuestros cinco sentidos o por nuestras facultades psíquicas más o menos desarrolladas. Lo mismo ocurre con el alma-personalidad desencarnada. En otros términos, no tiene más consciencia de la que tenemos los humanos de los planos o grados que le son superiores y, menos aún, de las personalidades que los habitan. De hecho, tanto ellas como nosotros, todos vivimos en Dios.
Nunca repetiremos bastante que, en Él tenemos la vida, el movimiento y el ser. Como por lo general no estamos suficientemente evolucionados, no tenemos consciencia de ello. En la misma situación que nosotros están las almas-personalidad, salvo si han adquirido el grado de perfeccionamiento deseado, que les permita vibrar en el nivel de ese concierto sublime y final. Por consiguiente, la personalidad anímica desencarnada experimenta sólo una transferencia de consciencia en el nivel de lo invisible, en el nuevo estado que será suyo. Sea cual sea la familia, concierto o grado al que pertenezca, se encontrará en la misma situación que nos encontramos nosotros aquí abajo con respecto a los planos superiores, en los cuáles creemos aunque no los conozcamos, con la diferencia considerable que ella será capaz de conocer el punto alcanzado en su desarrollo en relación con el alcanzado en su lejano pasado, ahora totalmente descubierto ante ella. Verá y comprenderá los errores cometidos durante la encarnación, aceptando la necesidad de una justa compensación para su propio bien, en condiciones y medios similares a los que conoció anteriormente.
Antes de unirse a uno de los grados de los cuales he hablado antes, el alma-personalidad permanece durante unos siete días en el ambiente, en el aura de la Tierra, y en particular en las proximidades de la residencia que acaba de abandonar. Puede parecer inútil conocer o señalar este rasgo humano de un estado espiritual. Efectivamente lo sería, si no sirviese de ayuda a los que se quedan en el plano físico. El alma-personalidad durante estos siete días se habitúa a su nuevo medio. Toma consciencia, se despierta a un estado que es fundamentalmente el suyo, pero del cual había perdido el hábito. Al mismo tiempo mantiene contacto con los que ha abandonado, de la manera que ya he mencionado antes, no de otra. Es como un último adiós a las circunstancias que ha conocido y a los seres queridos que ha abandonado provisionalmente. Si tiene consciencia de alguna circunstancia en particular, la ve inmediatamente de nuevo; ella es esa circunstancia. Si tiene el recuerdo de un ser que ha amado, inmediatamente está en comunicación interior con él. Ella es inmediatamente aquello de lo que tiene consciencia. Pero sobre todo, al darse cuenta de su nuevo estado, comprende que necesita elevarse, es decir, encontrar su familia espiritual, participar en su grado. Si no ha tenido interés durante su encarnación en cuestiones metafísicas o espirituales, no comprende lo que debe hacer, estos siete días le sirven para conocer sus facultades, sus nuevos poderes y habituarse a ellos. Lo que pasa a continuación, quizás, sea poco esperado por ella; permanece en este estado de la transición, hasta que no esté en desventaja con las almas más adelantadas.
¿Qué va a pasar a continuación?
Todos los adeptos reconocen que en este momento, el alma-personalidad entra en un período que, usando una imagen, puede compararse al sueño. Realmente se trata de un período total de consciencia. Podemos llamar a este estado segunda muerte o de cualquier otra manera. Poco importa el nombre en tales materias. ¿Por qué este sueño? ¡Qué admirables son las leyes del cósmico! Esta particularidad de la transición del alma, ha sido establecida de acuerdo a la gran, a la única ley de amor universal que preside la creación. El alma-personalidad, habiendo tomado consciencia de su nuevo estado, necesita ahora unirse a su grado o concierto. En otros términos, necesita tomar consciencia de sus almas hermanas ~ de esas almas que por distintos caminos y diferentes experiencias, han alcanzado el mismo nivel espiritual. Contemplen a un niño durmiendo. A medida que pasan los días, días hechos sobre todo de sueño, el bebé va despertando a la vida del mundo. A cada nuevo despertar, sus ojos brillan más, su sonrisa se agranda.
Poco a poco va conociendo el entorno humano. En el plan cósmico, después de una vigilia temporal, después de la transición de un plano al otro (a ese plano que el bebé vuelve a encontrar durante su sueño, pero de modo inverso y por razones parecidas de toma de consciencia), el alma-personalidad se duerme.
En este punto mi concepción difiere de las conclusiones de todos lo que se han dedicado a investigar sobre la gran experiencia. Algunos constatan este sueño sin más. Otros declaran que tiene lugar bajo la influencia de la familia espiritual a la que pertenece el alma-personalidad y más particularmente bajo la influencia directa de una o varias almas-personalidad de esta familia, venidas al encuentro de la que llega, para conducirla sana y salva a su morada. La verdad es mucho más bella que todas estas interpretaciones. El universo está magníficamente ordenado y las leyes que lo gobiernan son ineludibles y rígidas para el mayor bien de la creación.
Este sueño es una ley con el mismo objetivo que el sueño del cuerpo. No necesita ser provocado. "Está dentro del orden de las cosas", como el hecho de comer o beber, dormir o respirar. La muerte es el sueño del cuerpo y el despertar del alma a una condición diferente. La segunda muerte es el sueño del alma y su nacimiento a una nueva vida, a una existencia particularizada en una familia cósmica determinada y merecida.
Después de éste breve sueño, el alma-personalidad volverá a tomar consciencia, esta vez, percibirá a las otras almas-personalidad de su grado y su existencia ~de lo cuál ya hablaré~ se acoplará a su nuevo ambiente. ¿Qué pasa durante ese sueño, exteriormente al alma-personalidad? Aquí tocamos un punto extremadamente delicado.
Hay quién afirma que ese sueño le evita tomar consciencia de las bajas y penosas vibraciones que envuelven la Tierra y que están causadas por los pensamientos negativos del mundo o por la presencia de algunas almas apegadas a la Tierra. Estoy persuadido que eso no es así y hago notar que esta explicación no resuelve el problema de lo que pasa durante este sueño del alma. En efecto, algo ocurre y ha sido presentido, aunque mal expresado por muchos autores místicos.
Realmente es en éste momento cuando el aliento divino se transmite al alma-personalidad. Entendamos por esto, que por medio de las fuerzas y leyes cósmicas, se purifica de sus últimas vibraciones materiales y se carga de la energía positiva necesaria para su nueva expresión cósmica. El niño toma posesión de su cuerpo físico; el alma toma posesión de sus facultades propias. A su despertar, no volverá a ser la personalidad anímica que abandonó un cuerpo humano. Será el alma-personalidad consciente de sí misma que fue desde el comienzo.
sábado, 10 de noviembre de 2007
La muerte y el más allá (5)
LA MUERTE Y EL MÁS ALLA
Quinta parte
Por Raymond Bernard, F.R.C.
ALMAS APEGADAS A LA TIERRA
Antes de seguir adelante, vamos a agotar el tema del nacimiento de un alma-personalidad, concentrándonos algunos instantes en las almas que según hemos dicho, se encuentran apegadas a la Tierra.
Debo precisar que, a pesar de las apariencias y conclusiones precipitadas debidas a un examen demasiado superficial de un mundo extremadamente materialista y materializado, hay relativamente muy pocas almas apegadas a la Tierra. Sigo precisando que estas almas-personalidad están apegadas al mundo físico sólo y exclusivamente por su culpa, a causa del materialismo terrenal amalgamado con ellas durante su encarnación. Estas personalidades son, por así decirlo, demasiado pesadas para encontrar rápidamente su concierto y, de hecho, ningún grado cósmico corresponde a su naturaleza. Están todavía en el grado físico; ante todo, deben tomar consciencia y arrojar sus últimas cadenas antes de volverse a unir a un grado verdaderamente cósmico ~ un grado que, necesariamente, tiene que ser el más bajo de los seis de la primera serie inferior de la esfera espiritual. ¿Por qué están estas almas encadenadas a la Tierra? ¿A que se debe su estado? Esto es lo que ahora vamos a examinar brevemente.
Las almas encadenadas a la Tierra, por emplear la expresión habitual, permanecen en la órbita de nuestro globo, en eso que normalmente llamamos cono de sombra de la Tierra. Inspirados pintores han sabido representar esta condición; poetas malditos o no, le han dado imagen en caóticas estrofas; grandes compositores lo han expresado en lúgubres ritmos y, sin embargo, a mi manera de ver, aunque todos ellos han intuido el estado, no han visto más allá de él.
Ninguno de ellos ha sabido ver la esperanza al final de la noche. Como ya he dicho, cualquiera que sea nuestro estado actual de evolución, todos hemos sido, en un momento u otro de nuestro ciclo anímico, un alma apegada a la Tierra. Es una fase normal de las experiencias que debe afrontar el alma-personalidad. Hemos experimentado este estado y, por eso, ahora somos místicos ávidos de Dios y de regeneración. Es posible que lo fuéramos menos, si en lo más profundo de nosotros no persistiera el recuerdo de la noche. Las almas encadenadas a la Tierra están en Dios igual que todos nosotros. En Él son el movimiento, la vida y el ser, al igual que todas las criaturas. Sólo es necesaria una súplica por su parte, para que sean instantáneamente liberadas de sus cadenas. Permanecen encadenadas por su propio deseo, no quieren soltarse, siguen aferradas a la Tierra, a su vanidad y a sus engañosas ilusiones.
Insisto en que estas almas-personalidad son poco numerosas. Son la excepción dentro del ritmo, la discordancia que a pesar de todo, acrecienta, por contraste, el valor de la armonía. En contra de las apariencias, son extremadamente raros los seres que en nuestra Tierra llevan una existencia tan vil y siniestra, tan cruel e insensible, tan monstruosamente egoísta y tan criminal, como para producir sobre el plano cósmico estas almas-personalidad, cuyo único interés está en el mundo manifestado, rehusando temporalmente todo progreso hacia un grado de comprensión y un estado superiores. El más obstinado de los ateos, el más escurridizo de los incrédulos ( o de los que dicen serlo) conservan las cualidades del corazón, de honestidad, de servicio, aunque sea interesado, suficientes para clasificarlos en la categoría de criaturas evolucionadas de nuestro mundo.
Frecuentemente se tiene la tendencia a pensar que las profesiones de fe, las mortificaciones, las renunciaciones, o los gestos exteriores, son el signo de un ser espiritualmente superior. Olvidamos que desde el punto de vista cósmico, el hombre es juzgado por sus actos, por sus prácticas y utilización de la existencia y por su profunda y verdadera intención ~ jamás por sus creencias o actitudes. Por eso, el ateo honrado, es más merecedor que el hipócrita piadoso; uno y otro serán juzgados por su verdad, no por sus afirmaciones. Nunca podemos afirmar, que tal o cuál persona famosa por sus errores o crímenes, pueda ser un alma encadenada a la Tierra. Es posible que su compensación kármica sea tremenda, pero esto no significa que esa alma no se reunirá, en el reino espiritual, con uno de los grados en el que podrá medir con más rigor la amplitud de sus faltas, y la necesidad de repararlas. Por el contrario, tanto el hombre ignorado como el célebre, si viven una existencia dominada por una pasión que los convierte poco a poco en ella misma, hasta el punto que ya no sufren por su causa, sino que es la pasión encarnada en su ser la que piensa y actúa por ellos; por supuesto que estos hombres mantienen su alma en el cono de sombra de la Tierra. Están cargados de vibraciones materiales intensas, centrados exclusivamente en su pasión y en un mundo en el que esa pasión puede ser saciada y, en cierto modo, voluntariamente, permanecen en la proximidad del medio que aman esperando lo imposible, creyendo o soñando que viven como antaño y, sufriendo, oprimidos por una pesadilla que se eterniza, a la espera de un despertar que no se produce. Creo inútil repetir que tales almas-personalidad no pueden de ninguna manera influir o actuar sobre los seres vivientes. No solamente les es imposible, sino que además están tan replegadas sobre sí mismas en su estado, que en muchos aspectos se parece al sueño, como para simplemente tener el deseo, ni siquiera el pensamiento.
Sin embargo, es verdad que gentes inexpertas, o bien particularmente sensible, supersticiosas y temerosas, dispuestas a aceptar y reconocer todo, se ponen algunas veces, por medio de sus vehículos sutiles, en un estado psíquico tal, que se elevan hasta el nivel de las almas encadenadas e impresionadas psíquicamente por lo que sienten, transmutan estas impresiones en interpretaciones grotescas y groseras, y condicionadas por su comprensión desviada, se hacen una idea radicalmente errónea del reino cósmico, y generalizando un hecho excepcional, ¡deciden que han encontrado un ser demoníaco o una potencia siniestra! ¡Que decir de los que se dejan guiar por semejantes impresiones! ¡Sacan de ellas unas enseñanzas y un modo de vida …!
Su fantasía se mezcla con otra todavía más trágica, aunque momentánea, y construyen así un castillo sobre fina arena.
Tendrán suerte si tales quimeras no les conducen, por su propia culpa, a un mayor o menor desequilibrio y si sus interpretaciones, gracias a la divina Providencia, les conducen a conclusiones con las que pueden llevar una existencia más o menos razonable.
Las almas encadenadas a la Tierra, a pesar de lo pocas que son, forman un concierto de excepción que tiene sus propios grados. En la mayor parte de los casos, estas almas se liberan pronto de sus cadenas, se deshacen de su sueño y sus quimeras, cesan de replegarse sobre sí mismas y sus recuerdos. Comprenden su estado y entonces aparece la luz al final del túnel. Otras cargadas más pesadamente, podrán reencarnarse llegado el momento, aunque no hayan hecho ningún progreso. Esto, únicamente será posible, cuando el mundo, un país, una colectividad o incluso una familia, a causa de una deuda kármica qué compensar, de una depuración qué sufrir o de una lección difícil qué aprender, tengan que educar a la serpiente en su seno y conocer, por medio de ella, el crisol de la prueba de donde saldrá la comprensión y la luz.
No olvidemos jamás que, si estas almas encadenadas a la Tierra no perciben lo que está por encima de ellas y, por su propia culpa ~ iba a decir por su propia voluntad y su propia decisión ~ no ven más allá de sí mismas, hay por encima otros grados o conciertos, otras familias espirituales que las ven y proyectan sobre ellas vibraciones de amor y de paz, que al primer gesto que hagan, afluirán sobre ellas, purificándolas y dándoles tanta luz como les permita su receptividad, que será tan grande como la intensidad de su llamada.
He hablado largamente, quizás demasiado, de estas almas-personalidad. Su número es tan poco elevado, que unas cuantas líneas habrían bastado. Sin embargo, se les ha dado tanta importancia en la literatura mística bajo un nombre u otro; se ha generalizado tanto sobre ellas, y el miedo que tal estado suscita está tan arraigado en la consciencia de la mayoría, que convenía insistir sobre este punto y llevarlo a sus justos términos. Como he afirmado en incontables ocasiones, la transición del alma-personalidad es un acontecimiento tan ineludible, noble, glorioso y grandioso, que el profundo conocimiento de los hechos que lo envuelven, es una fuente de paz y profundo consuelo ~ jamás de temor. ¡Qué insulto a un universo majestuoso y admirablemente ordenado, dejar que se extiendan tantos errores deprimentes, tantas teorías obscuras y atemorizantes, que con tanta fuerza se adhieren a los espíritus y son la fuente de tantos dolores morales!
Las almas encadenadas a la Tierra lo están voluntariamente. Si un ser cercano a nosotros, aun poseyendo grandes riquezas, lleva a causa de su avaricia la existencia de un mendigo, sin que sea posible hacerle razonar, ¿haríamos algo más que lamentarlo mentalmente y abandonarlo, volviendo a nuestras ocupaciones personales, suficientemente cargadas de preocupaciones, pensando:"después de todo, si se comporta así, es porque le gusta"? No nos preocupemos demasiado de las almas encadenadas a la Tierra. Pensemos en ellas, como lo hacen de más arriba, para enviarles vibraciones de amor y de paz que las envuelvan. Se beneficiarán de ello en su momento, pero cuándo llegue ese momento, depende de ellas. También de la misericordia divina, esa ley cósmica tan bella e incomprendida.
No depende de nosotros.
Quinta parte
Por Raymond Bernard, F.R.C.
ALMAS APEGADAS A LA TIERRA
Antes de seguir adelante, vamos a agotar el tema del nacimiento de un alma-personalidad, concentrándonos algunos instantes en las almas que según hemos dicho, se encuentran apegadas a la Tierra.
Debo precisar que, a pesar de las apariencias y conclusiones precipitadas debidas a un examen demasiado superficial de un mundo extremadamente materialista y materializado, hay relativamente muy pocas almas apegadas a la Tierra. Sigo precisando que estas almas-personalidad están apegadas al mundo físico sólo y exclusivamente por su culpa, a causa del materialismo terrenal amalgamado con ellas durante su encarnación. Estas personalidades son, por así decirlo, demasiado pesadas para encontrar rápidamente su concierto y, de hecho, ningún grado cósmico corresponde a su naturaleza. Están todavía en el grado físico; ante todo, deben tomar consciencia y arrojar sus últimas cadenas antes de volverse a unir a un grado verdaderamente cósmico ~ un grado que, necesariamente, tiene que ser el más bajo de los seis de la primera serie inferior de la esfera espiritual. ¿Por qué están estas almas encadenadas a la Tierra? ¿A que se debe su estado? Esto es lo que ahora vamos a examinar brevemente.
Las almas encadenadas a la Tierra, por emplear la expresión habitual, permanecen en la órbita de nuestro globo, en eso que normalmente llamamos cono de sombra de la Tierra. Inspirados pintores han sabido representar esta condición; poetas malditos o no, le han dado imagen en caóticas estrofas; grandes compositores lo han expresado en lúgubres ritmos y, sin embargo, a mi manera de ver, aunque todos ellos han intuido el estado, no han visto más allá de él.
Ninguno de ellos ha sabido ver la esperanza al final de la noche. Como ya he dicho, cualquiera que sea nuestro estado actual de evolución, todos hemos sido, en un momento u otro de nuestro ciclo anímico, un alma apegada a la Tierra. Es una fase normal de las experiencias que debe afrontar el alma-personalidad. Hemos experimentado este estado y, por eso, ahora somos místicos ávidos de Dios y de regeneración. Es posible que lo fuéramos menos, si en lo más profundo de nosotros no persistiera el recuerdo de la noche. Las almas encadenadas a la Tierra están en Dios igual que todos nosotros. En Él son el movimiento, la vida y el ser, al igual que todas las criaturas. Sólo es necesaria una súplica por su parte, para que sean instantáneamente liberadas de sus cadenas. Permanecen encadenadas por su propio deseo, no quieren soltarse, siguen aferradas a la Tierra, a su vanidad y a sus engañosas ilusiones.
Insisto en que estas almas-personalidad son poco numerosas. Son la excepción dentro del ritmo, la discordancia que a pesar de todo, acrecienta, por contraste, el valor de la armonía. En contra de las apariencias, son extremadamente raros los seres que en nuestra Tierra llevan una existencia tan vil y siniestra, tan cruel e insensible, tan monstruosamente egoísta y tan criminal, como para producir sobre el plano cósmico estas almas-personalidad, cuyo único interés está en el mundo manifestado, rehusando temporalmente todo progreso hacia un grado de comprensión y un estado superiores. El más obstinado de los ateos, el más escurridizo de los incrédulos ( o de los que dicen serlo) conservan las cualidades del corazón, de honestidad, de servicio, aunque sea interesado, suficientes para clasificarlos en la categoría de criaturas evolucionadas de nuestro mundo.
Frecuentemente se tiene la tendencia a pensar que las profesiones de fe, las mortificaciones, las renunciaciones, o los gestos exteriores, son el signo de un ser espiritualmente superior. Olvidamos que desde el punto de vista cósmico, el hombre es juzgado por sus actos, por sus prácticas y utilización de la existencia y por su profunda y verdadera intención ~ jamás por sus creencias o actitudes. Por eso, el ateo honrado, es más merecedor que el hipócrita piadoso; uno y otro serán juzgados por su verdad, no por sus afirmaciones. Nunca podemos afirmar, que tal o cuál persona famosa por sus errores o crímenes, pueda ser un alma encadenada a la Tierra. Es posible que su compensación kármica sea tremenda, pero esto no significa que esa alma no se reunirá, en el reino espiritual, con uno de los grados en el que podrá medir con más rigor la amplitud de sus faltas, y la necesidad de repararlas. Por el contrario, tanto el hombre ignorado como el célebre, si viven una existencia dominada por una pasión que los convierte poco a poco en ella misma, hasta el punto que ya no sufren por su causa, sino que es la pasión encarnada en su ser la que piensa y actúa por ellos; por supuesto que estos hombres mantienen su alma en el cono de sombra de la Tierra. Están cargados de vibraciones materiales intensas, centrados exclusivamente en su pasión y en un mundo en el que esa pasión puede ser saciada y, en cierto modo, voluntariamente, permanecen en la proximidad del medio que aman esperando lo imposible, creyendo o soñando que viven como antaño y, sufriendo, oprimidos por una pesadilla que se eterniza, a la espera de un despertar que no se produce. Creo inútil repetir que tales almas-personalidad no pueden de ninguna manera influir o actuar sobre los seres vivientes. No solamente les es imposible, sino que además están tan replegadas sobre sí mismas en su estado, que en muchos aspectos se parece al sueño, como para simplemente tener el deseo, ni siquiera el pensamiento.
Sin embargo, es verdad que gentes inexpertas, o bien particularmente sensible, supersticiosas y temerosas, dispuestas a aceptar y reconocer todo, se ponen algunas veces, por medio de sus vehículos sutiles, en un estado psíquico tal, que se elevan hasta el nivel de las almas encadenadas e impresionadas psíquicamente por lo que sienten, transmutan estas impresiones en interpretaciones grotescas y groseras, y condicionadas por su comprensión desviada, se hacen una idea radicalmente errónea del reino cósmico, y generalizando un hecho excepcional, ¡deciden que han encontrado un ser demoníaco o una potencia siniestra! ¡Que decir de los que se dejan guiar por semejantes impresiones! ¡Sacan de ellas unas enseñanzas y un modo de vida …!
Su fantasía se mezcla con otra todavía más trágica, aunque momentánea, y construyen así un castillo sobre fina arena.
Tendrán suerte si tales quimeras no les conducen, por su propia culpa, a un mayor o menor desequilibrio y si sus interpretaciones, gracias a la divina Providencia, les conducen a conclusiones con las que pueden llevar una existencia más o menos razonable.
Las almas encadenadas a la Tierra, a pesar de lo pocas que son, forman un concierto de excepción que tiene sus propios grados. En la mayor parte de los casos, estas almas se liberan pronto de sus cadenas, se deshacen de su sueño y sus quimeras, cesan de replegarse sobre sí mismas y sus recuerdos. Comprenden su estado y entonces aparece la luz al final del túnel. Otras cargadas más pesadamente, podrán reencarnarse llegado el momento, aunque no hayan hecho ningún progreso. Esto, únicamente será posible, cuando el mundo, un país, una colectividad o incluso una familia, a causa de una deuda kármica qué compensar, de una depuración qué sufrir o de una lección difícil qué aprender, tengan que educar a la serpiente en su seno y conocer, por medio de ella, el crisol de la prueba de donde saldrá la comprensión y la luz.
No olvidemos jamás que, si estas almas encadenadas a la Tierra no perciben lo que está por encima de ellas y, por su propia culpa ~ iba a decir por su propia voluntad y su propia decisión ~ no ven más allá de sí mismas, hay por encima otros grados o conciertos, otras familias espirituales que las ven y proyectan sobre ellas vibraciones de amor y de paz, que al primer gesto que hagan, afluirán sobre ellas, purificándolas y dándoles tanta luz como les permita su receptividad, que será tan grande como la intensidad de su llamada.
He hablado largamente, quizás demasiado, de estas almas-personalidad. Su número es tan poco elevado, que unas cuantas líneas habrían bastado. Sin embargo, se les ha dado tanta importancia en la literatura mística bajo un nombre u otro; se ha generalizado tanto sobre ellas, y el miedo que tal estado suscita está tan arraigado en la consciencia de la mayoría, que convenía insistir sobre este punto y llevarlo a sus justos términos. Como he afirmado en incontables ocasiones, la transición del alma-personalidad es un acontecimiento tan ineludible, noble, glorioso y grandioso, que el profundo conocimiento de los hechos que lo envuelven, es una fuente de paz y profundo consuelo ~ jamás de temor. ¡Qué insulto a un universo majestuoso y admirablemente ordenado, dejar que se extiendan tantos errores deprimentes, tantas teorías obscuras y atemorizantes, que con tanta fuerza se adhieren a los espíritus y son la fuente de tantos dolores morales!
Las almas encadenadas a la Tierra lo están voluntariamente. Si un ser cercano a nosotros, aun poseyendo grandes riquezas, lleva a causa de su avaricia la existencia de un mendigo, sin que sea posible hacerle razonar, ¿haríamos algo más que lamentarlo mentalmente y abandonarlo, volviendo a nuestras ocupaciones personales, suficientemente cargadas de preocupaciones, pensando:"después de todo, si se comporta así, es porque le gusta"? No nos preocupemos demasiado de las almas encadenadas a la Tierra. Pensemos en ellas, como lo hacen de más arriba, para enviarles vibraciones de amor y de paz que las envuelvan. Se beneficiarán de ello en su momento, pero cuándo llegue ese momento, depende de ellas. También de la misericordia divina, esa ley cósmica tan bella e incomprendida.
No depende de nosotros.
lunes, 5 de noviembre de 2007
La muerte y el más allá (4)
LA MUERTE Y EL MÁS ALLA
Cuarta parte
Por Raymond Bernard, F.R.C.
PLANOS
Tocamos aquí un punto muy delicado de nuestro estudio. Cuando hablamos de planos tenemos la tendencia a imaginarlos desde el punto de vista limitado de nuestras concepciones humanas y cometemos tremendos errores. Para la comprensión de verdades tan sutiles, es necesario emplear muy bien las palabras y expresiones, que sean susceptibles de volver intelectualmente tangible lo que es necesario que nos representemos mentalmente, pero es esencial que estas palabras y expresiones no limiten nuestro conocimiento de lo que es en espíritu y en verdad. De hecho, en el reino cósmico no hay planos delimitados a los que unos van y otros no. No hay más que grados de evolución, por consiguiente, de percepción, y a estos grados son a lo que corrientemente llamamos planos. A título de ejemplo, el mundo manifestado en el cual nos movemos actualmente, en cuanto a seres humanos, es un plano delimitado sólo en apariencia.
De hecho, no es más que un plano entre otros ~ en medio de otros ~ e incluso ya en este mundo material, algunos participan en los distintos grados más elevados, quedándose otros más o menos detrás.
Recuerden que los hombres son diferentes, según el grado de evolución que han alcanzado, y esto es lo que hace la magnificencia de la creación. Si hubiera planos en el sentido normal que se le da a esta palabra, sería necesario que hubiera uno para cada alma-personalidad, y juzguen ustedes por éste hecho el absurdo de ciertas teorías concernientes a la muerte y sus misterios. No puede haber, en cualquier caso, más que conciertos entre las almas-personalidad encarnadas o no. Imaginen el clavijero de un piano y sus octavas. Son las mismas notas en diferentes grados y, sin embargo, estos diferentes tonos musicales son los que permiten composiciones inagotables, nuevas, diferentes e infinitas. Sin embargo, estas notas están en un solo clavijero común a todas ellas.
Traspasemos esta noción al nivel de la creación; pronto comprenderemos cómo las almas-personalidad, por muy numerosas que sean, muy bien pueden estar reunidas en el concierto de un clavijero espiritual común y, más particularmente, en una gama común según su estado de evolución. Tengan presente en el espíritu, el hecho de que en el clavijero lo mismo que en su octava, cada nota conserva su originalidad y permanece siempre distinta de las demás. Incluso absorbida en el Todo, el alma-personalidad seguirá siendo ella misma. Volveremos sobre este punto, cuando abordemos la cuestión de la reintegración final y sin retorno.
Por el momento, sigamos nuestro examen de los planos y grados de evolución.
Dejemos de lado el universo material que tan bien conocemos y que podemos comprender más fácilmente, para centrar nuestra investigación en el reino cósmico. Allí, las almas-personalidad se reconocen, se perciben según su grado. Para que nos sirva de imagen, entre esa multitud vibrante de entidades espirituales que forman una sola y única colectividad, algunas almas-personalidad se perciben mutuamente, entran en contacto unas con otras, comulgan juntas. Las que han alcanzado un grado superior de evolución conocen a las de su nivel o niveles inferiores. Las ven y las oyen; las comprenden. En cambio, las que todavía pertenecen a niveles de evolución inferiores, se perciben armónicamente entre sí, pero no conocen a las que son superiores. Espero haberme hecho comprender bien, y para estar seguro de ello, pondré un nuevo ejemplo. Sobre este plano físico, estamos rodeados de vibraciones de todas clases, que nuestros sentidos limitados no nos permiten percibir. Entre otras, están las ondas de la radio y de la televisión.
Sabemos que éstas existen y podemos captarlas con un receptor adecuado, pero no podemos percibirlas por nosotros mismos. Supongamos que estas ondas fuesen inteligentes, dotadas de consciencia. Nos conocerían sin que nosotros las conociéramos; y si lo deseasen, podrían manifestársenos, aunque no estuviésemos preparados para percibirlas, por medio de un aparato que las pusiese en alguna frecuencia perceptible para nuestros sentidos. Este ejemplo simplemente quiere mostrar, por analogía, la condición cósmica de las almas-personalidad, pero aún podríamos añadir que las miríadas de vibraciones que existen alrededor nuestro, también están mezcladas entre sí unas con otras, sin que por eso se confundan jamás, cumpliendo según su grado, el fin que les es propio. Tal es en verdad, la situación en la que se encuentran todas las almas-personalidad que se han desembarazado de sus cadenas materiales. Es de alguna manera, el estado de unión y les ruego que lo recuerden a lo largo de mi exposición ulterior, porque a partir de ahora me voy a ver forzado a particularizar con exceso, en más de una ocasión, para hacerme comprender.
Existen en el plano cósmico grandes planos, conciertos o grados, y ahora podrán entender, mejor todavía, la importancia que los místicos, y en particular los Rosacruces, le han dado siempre a ellos.
Comprenderán mejor el símbolo de éstos y su valor místico, temas de los que se habla en ciertas monografías e iniciaciones. Prestarán también más atención a la universalidad de estas gradaciones sagradas.
Estos grados incluyen el grado físico. Existen siete grados fundamentales que repercuten, por así decirlo, en otros grados, cada vez más sutiles o depurados; es decir, más y más iluminados en el sentido más noble del término. Los grados más altos o conciertos están en resonancia con los grados más inferiores de la misma naturaleza fundamental, de tal forma que en el plano cósmico las almas-personalidad de los primeros grados, pueden abrirse a la percepción de los siguientes, según el plano al que pertenecen, y recibir de allí una ayuda eficaz. Sobre el plano material, por ejemplo, la tendencia intuitiva a rezar de una u otra manera y dirigir las súplicas en un sentido u otro, revela el grado de evolución alcanzado. Toda tentativa para adoptar otra fórmula, si la evolución no ha cumplido su obra, está abocada al fracaso. El interesado sentirá como una especie de vacío o, para ser más expresivos, que eso no funciona. Exactamente lo mismo pasa en la esfera de lo invisible, aunque de una manera mucho más sutil y espiritual.
La pregunta que viene a la mente ante estos hechos, es la siguiente: ¿Qué ocurre con el alma-personalidad después de la transición? ¿Se va inmediatamente al plano que le corresponde o, si se quiere, a su comunión o concierto? O bien, ¿se queda por algún tiempo cerca de sus seres queridos y lugares que amaba?
Para responder a esta pregunta, vamos a seguir el desarrollo cronológico de la transición de un alma-personalidad hacia su destino cósmico. El cuerpo, en un último esfuerzo, acaba de darle total libertad al alma-personalidad que albergaba. Esta se encuentra libre, pero todavía está un poco marcada por las vibraciones materiales que la impregnaban mientras estaba encarnada. Se siente inmensamente ligera y al mismo tiempo unida por una percepción más sensible al entorno que acaba de abandonar. Siente a los que están a su alrededor de una manera más intensa, y le parece ser ellos al mismo tiempo que ella misma, y la forma en que siente es comparable a la que el cuerpo le permitía percibir con sus cinco sentidos objetivos, además de un poder de síntesis y de percepción mucho más intenso. Podríamos decir que es como aquellos a quienes percibe y al mismo tiempo es ellos.
Si está suficientemente evolucionada, comprenderá lo que pasa y podrá transmitir a los seres queridos que acaba de dejar vibraciones apacibles y reconfortantes, que les ayudarán a soportar la separación provisional.
Si tiene alguna cosa importante que comunicarles, o no ha podido hacerlo a causa de una transición demasiado repentina, se servirá del mismo medio; es decir, se esforzará en hacerles la revelación necesaria interiormente, dirigiéndose al yo espiritual de los que siguen en el plano físico. No utilizará otros medios, porque no puede hacerlo, no puede desearlo y no lo desea. Si los que continúan aquí abajo se abren interiormente y se encuentran en el estado interior deseado, como normalmente ocurre entre seres que están unidos por los lazos de amor, la comunicación les llegará más fácilmente, sin que necesariamente se den cuenta que proviene del ser desaparecido. Pensarán o actuarán de una manera definida, creyendo que parte de ellos el origen de su comportamiento, sin sospechar que sea una posible sugestión del difunto.
Si a causa de un estado de exteriorización demasiado intenso, la impresión que transmite el desaparecido no es inmediatamente percibida, se quedará, sin embargo, latente en el yo subconsciente del destinatario y en la primera ocasión, tarde o temprano, aflorará al nivel consciente, será aceptada y puesta en ejecución. Debo recordar que únicamente las impresiones buenas y constructivas pueden transmitirse, llegar a su destinatario y ser objetivadas por él, bajo su responsabilidad.
Toda impresión negativa o destructiva será rechazada por el yo espiritual del que la recibe. Toda reacción de desagrado es debida al yo humano, en los únicos niveles mental e intelectual, elementos motores de la vida manifestada.
Cuarta parte
Por Raymond Bernard, F.R.C.
PLANOS
Tocamos aquí un punto muy delicado de nuestro estudio. Cuando hablamos de planos tenemos la tendencia a imaginarlos desde el punto de vista limitado de nuestras concepciones humanas y cometemos tremendos errores. Para la comprensión de verdades tan sutiles, es necesario emplear muy bien las palabras y expresiones, que sean susceptibles de volver intelectualmente tangible lo que es necesario que nos representemos mentalmente, pero es esencial que estas palabras y expresiones no limiten nuestro conocimiento de lo que es en espíritu y en verdad. De hecho, en el reino cósmico no hay planos delimitados a los que unos van y otros no. No hay más que grados de evolución, por consiguiente, de percepción, y a estos grados son a lo que corrientemente llamamos planos. A título de ejemplo, el mundo manifestado en el cual nos movemos actualmente, en cuanto a seres humanos, es un plano delimitado sólo en apariencia.
De hecho, no es más que un plano entre otros ~ en medio de otros ~ e incluso ya en este mundo material, algunos participan en los distintos grados más elevados, quedándose otros más o menos detrás.
Recuerden que los hombres son diferentes, según el grado de evolución que han alcanzado, y esto es lo que hace la magnificencia de la creación. Si hubiera planos en el sentido normal que se le da a esta palabra, sería necesario que hubiera uno para cada alma-personalidad, y juzguen ustedes por éste hecho el absurdo de ciertas teorías concernientes a la muerte y sus misterios. No puede haber, en cualquier caso, más que conciertos entre las almas-personalidad encarnadas o no. Imaginen el clavijero de un piano y sus octavas. Son las mismas notas en diferentes grados y, sin embargo, estos diferentes tonos musicales son los que permiten composiciones inagotables, nuevas, diferentes e infinitas. Sin embargo, estas notas están en un solo clavijero común a todas ellas.
Traspasemos esta noción al nivel de la creación; pronto comprenderemos cómo las almas-personalidad, por muy numerosas que sean, muy bien pueden estar reunidas en el concierto de un clavijero espiritual común y, más particularmente, en una gama común según su estado de evolución. Tengan presente en el espíritu, el hecho de que en el clavijero lo mismo que en su octava, cada nota conserva su originalidad y permanece siempre distinta de las demás. Incluso absorbida en el Todo, el alma-personalidad seguirá siendo ella misma. Volveremos sobre este punto, cuando abordemos la cuestión de la reintegración final y sin retorno.
Por el momento, sigamos nuestro examen de los planos y grados de evolución.
Dejemos de lado el universo material que tan bien conocemos y que podemos comprender más fácilmente, para centrar nuestra investigación en el reino cósmico. Allí, las almas-personalidad se reconocen, se perciben según su grado. Para que nos sirva de imagen, entre esa multitud vibrante de entidades espirituales que forman una sola y única colectividad, algunas almas-personalidad se perciben mutuamente, entran en contacto unas con otras, comulgan juntas. Las que han alcanzado un grado superior de evolución conocen a las de su nivel o niveles inferiores. Las ven y las oyen; las comprenden. En cambio, las que todavía pertenecen a niveles de evolución inferiores, se perciben armónicamente entre sí, pero no conocen a las que son superiores. Espero haberme hecho comprender bien, y para estar seguro de ello, pondré un nuevo ejemplo. Sobre este plano físico, estamos rodeados de vibraciones de todas clases, que nuestros sentidos limitados no nos permiten percibir. Entre otras, están las ondas de la radio y de la televisión.
Sabemos que éstas existen y podemos captarlas con un receptor adecuado, pero no podemos percibirlas por nosotros mismos. Supongamos que estas ondas fuesen inteligentes, dotadas de consciencia. Nos conocerían sin que nosotros las conociéramos; y si lo deseasen, podrían manifestársenos, aunque no estuviésemos preparados para percibirlas, por medio de un aparato que las pusiese en alguna frecuencia perceptible para nuestros sentidos. Este ejemplo simplemente quiere mostrar, por analogía, la condición cósmica de las almas-personalidad, pero aún podríamos añadir que las miríadas de vibraciones que existen alrededor nuestro, también están mezcladas entre sí unas con otras, sin que por eso se confundan jamás, cumpliendo según su grado, el fin que les es propio. Tal es en verdad, la situación en la que se encuentran todas las almas-personalidad que se han desembarazado de sus cadenas materiales. Es de alguna manera, el estado de unión y les ruego que lo recuerden a lo largo de mi exposición ulterior, porque a partir de ahora me voy a ver forzado a particularizar con exceso, en más de una ocasión, para hacerme comprender.
Existen en el plano cósmico grandes planos, conciertos o grados, y ahora podrán entender, mejor todavía, la importancia que los místicos, y en particular los Rosacruces, le han dado siempre a ellos.
Comprenderán mejor el símbolo de éstos y su valor místico, temas de los que se habla en ciertas monografías e iniciaciones. Prestarán también más atención a la universalidad de estas gradaciones sagradas.
Estos grados incluyen el grado físico. Existen siete grados fundamentales que repercuten, por así decirlo, en otros grados, cada vez más sutiles o depurados; es decir, más y más iluminados en el sentido más noble del término. Los grados más altos o conciertos están en resonancia con los grados más inferiores de la misma naturaleza fundamental, de tal forma que en el plano cósmico las almas-personalidad de los primeros grados, pueden abrirse a la percepción de los siguientes, según el plano al que pertenecen, y recibir de allí una ayuda eficaz. Sobre el plano material, por ejemplo, la tendencia intuitiva a rezar de una u otra manera y dirigir las súplicas en un sentido u otro, revela el grado de evolución alcanzado. Toda tentativa para adoptar otra fórmula, si la evolución no ha cumplido su obra, está abocada al fracaso. El interesado sentirá como una especie de vacío o, para ser más expresivos, que eso no funciona. Exactamente lo mismo pasa en la esfera de lo invisible, aunque de una manera mucho más sutil y espiritual.
La pregunta que viene a la mente ante estos hechos, es la siguiente: ¿Qué ocurre con el alma-personalidad después de la transición? ¿Se va inmediatamente al plano que le corresponde o, si se quiere, a su comunión o concierto? O bien, ¿se queda por algún tiempo cerca de sus seres queridos y lugares que amaba?
Para responder a esta pregunta, vamos a seguir el desarrollo cronológico de la transición de un alma-personalidad hacia su destino cósmico. El cuerpo, en un último esfuerzo, acaba de darle total libertad al alma-personalidad que albergaba. Esta se encuentra libre, pero todavía está un poco marcada por las vibraciones materiales que la impregnaban mientras estaba encarnada. Se siente inmensamente ligera y al mismo tiempo unida por una percepción más sensible al entorno que acaba de abandonar. Siente a los que están a su alrededor de una manera más intensa, y le parece ser ellos al mismo tiempo que ella misma, y la forma en que siente es comparable a la que el cuerpo le permitía percibir con sus cinco sentidos objetivos, además de un poder de síntesis y de percepción mucho más intenso. Podríamos decir que es como aquellos a quienes percibe y al mismo tiempo es ellos.
Si está suficientemente evolucionada, comprenderá lo que pasa y podrá transmitir a los seres queridos que acaba de dejar vibraciones apacibles y reconfortantes, que les ayudarán a soportar la separación provisional.
Si tiene alguna cosa importante que comunicarles, o no ha podido hacerlo a causa de una transición demasiado repentina, se servirá del mismo medio; es decir, se esforzará en hacerles la revelación necesaria interiormente, dirigiéndose al yo espiritual de los que siguen en el plano físico. No utilizará otros medios, porque no puede hacerlo, no puede desearlo y no lo desea. Si los que continúan aquí abajo se abren interiormente y se encuentran en el estado interior deseado, como normalmente ocurre entre seres que están unidos por los lazos de amor, la comunicación les llegará más fácilmente, sin que necesariamente se den cuenta que proviene del ser desaparecido. Pensarán o actuarán de una manera definida, creyendo que parte de ellos el origen de su comportamiento, sin sospechar que sea una posible sugestión del difunto.
Si a causa de un estado de exteriorización demasiado intenso, la impresión que transmite el desaparecido no es inmediatamente percibida, se quedará, sin embargo, latente en el yo subconsciente del destinatario y en la primera ocasión, tarde o temprano, aflorará al nivel consciente, será aceptada y puesta en ejecución. Debo recordar que únicamente las impresiones buenas y constructivas pueden transmitirse, llegar a su destinatario y ser objetivadas por él, bajo su responsabilidad.
Toda impresión negativa o destructiva será rechazada por el yo espiritual del que la recibe. Toda reacción de desagrado es debida al yo humano, en los únicos niveles mental e intelectual, elementos motores de la vida manifestada.
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