lunes, 5 de noviembre de 2007

La muerte y el más allá (4)

LA MUERTE Y EL MÁS ALLA
Cuarta parte
Por Raymond Bernard, F.R.C.


PLANOS

Tocamos aquí un punto muy delicado de nuestro estudio. Cuando hablamos de planos tenemos la tendencia a imaginarlos desde el punto de vista limitado de nuestras concepciones humanas y cometemos tremendos errores. Para la comprensión de verdades tan sutiles, es necesario emplear muy bien las palabras y expresiones, que sean susceptibles de volver intelectualmente tangible lo que es necesario que nos representemos mentalmente, pero es esencial que estas palabras y expresiones no limiten nuestro conocimiento de lo que es en espíritu y en verdad. De hecho, en el reino cósmico no hay planos delimitados a los que unos van y otros no. No hay más que grados de evolución, por consiguiente, de percepción, y a estos grados son a lo que corrientemente llamamos planos. A título de ejemplo, el mundo manifestado en el cual nos movemos actualmente, en cuanto a seres humanos, es un plano delimitado sólo en apariencia.

De hecho, no es más que un plano entre otros ~ en medio de otros ~ e incluso ya en este mundo material, algunos participan en los distintos grados más elevados, quedándose otros más o menos detrás.

Recuerden que los hombres son diferentes, según el grado de evolución que han alcanzado, y esto es lo que hace la magnificencia de la creación. Si hubiera planos en el sentido normal que se le da a esta palabra, sería necesario que hubiera uno para cada alma-personalidad, y juzguen ustedes por éste hecho el absurdo de ciertas teorías concernientes a la muerte y sus misterios. No puede haber, en cualquier caso, más que conciertos entre las almas-personalidad encarnadas o no. Imaginen el clavijero de un piano y sus octavas. Son las mismas notas en diferentes grados y, sin embargo, estos diferentes tonos musicales son los que permiten composiciones inagotables, nuevas, diferentes e infinitas. Sin embargo, estas notas están en un solo clavijero común a todas ellas.

Traspasemos esta noción al nivel de la creación; pronto comprenderemos cómo las almas-personalidad, por muy numerosas que sean, muy bien pueden estar reunidas en el concierto de un clavijero espiritual común y, más particularmente, en una gama común según su estado de evolución. Tengan presente en el espíritu, el hecho de que en el clavijero lo mismo que en su octava, cada nota conserva su originalidad y permanece siempre distinta de las demás. Incluso absorbida en el Todo, el alma-personalidad seguirá siendo ella misma. Volveremos sobre este punto, cuando abordemos la cuestión de la reintegración final y sin retorno.

Por el momento, sigamos nuestro examen de los planos y grados de evolución.

Dejemos de lado el universo material que tan bien conocemos y que podemos comprender más fácilmente, para centrar nuestra investigación en el reino cósmico. Allí, las almas-personalidad se reconocen, se perciben según su grado. Para que nos sirva de imagen, entre esa multitud vibrante de entidades espirituales que forman una sola y única colectividad, algunas almas-personalidad se perciben mutuamente, entran en contacto unas con otras, comulgan juntas. Las que han alcanzado un grado superior de evolución conocen a las de su nivel o niveles inferiores. Las ven y las oyen; las comprenden. En cambio, las que todavía pertenecen a niveles de evolución inferiores, se perciben armónicamente entre sí, pero no conocen a las que son superiores. Espero haberme hecho comprender bien, y para estar seguro de ello, pondré un nuevo ejemplo. Sobre este plano físico, estamos rodeados de vibraciones de todas clases, que nuestros sentidos limitados no nos permiten percibir. Entre otras, están las ondas de la radio y de la televisión.

Sabemos que éstas existen y podemos captarlas con un receptor adecuado, pero no podemos percibirlas por nosotros mismos. Supongamos que estas ondas fuesen inteligentes, dotadas de consciencia. Nos conocerían sin que nosotros las conociéramos; y si lo deseasen, podrían manifestársenos, aunque no estuviésemos preparados para percibirlas, por medio de un aparato que las pusiese en alguna frecuencia perceptible para nuestros sentidos. Este ejemplo simplemente quiere mostrar, por analogía, la condición cósmica de las almas-personalidad, pero aún podríamos añadir que las miríadas de vibraciones que existen alrededor nuestro, también están mezcladas entre sí unas con otras, sin que por eso se confundan jamás, cumpliendo según su grado, el fin que les es propio. Tal es en verdad, la situación en la que se encuentran todas las almas-personalidad que se han desembarazado de sus cadenas materiales. Es de alguna manera, el estado de unión y les ruego que lo recuerden a lo largo de mi exposición ulterior, porque a partir de ahora me voy a ver forzado a particularizar con exceso, en más de una ocasión, para hacerme comprender.

Existen en el plano cósmico grandes planos, conciertos o grados, y ahora podrán entender, mejor todavía, la importancia que los místicos, y en particular los Rosacruces, le han dado siempre a ellos.

Comprenderán mejor el símbolo de éstos y su valor místico, temas de los que se habla en ciertas monografías e iniciaciones. Prestarán también más atención a la universalidad de estas gradaciones sagradas.

Estos grados incluyen el grado físico. Existen siete grados fundamentales que repercuten, por así decirlo, en otros grados, cada vez más sutiles o depurados; es decir, más y más iluminados en el sentido más noble del término. Los grados más altos o conciertos están en resonancia con los grados más inferiores de la misma naturaleza fundamental, de tal forma que en el plano cósmico las almas-personalidad de los primeros grados, pueden abrirse a la percepción de los siguientes, según el plano al que pertenecen, y recibir de allí una ayuda eficaz. Sobre el plano material, por ejemplo, la tendencia intuitiva a rezar de una u otra manera y dirigir las súplicas en un sentido u otro, revela el grado de evolución alcanzado. Toda tentativa para adoptar otra fórmula, si la evolución no ha cumplido su obra, está abocada al fracaso. El interesado sentirá como una especie de vacío o, para ser más expresivos, que eso no funciona. Exactamente lo mismo pasa en la esfera de lo invisible, aunque de una manera mucho más sutil y espiritual.

La pregunta que viene a la mente ante estos hechos, es la siguiente: ¿Qué ocurre con el alma-personalidad después de la transición? ¿Se va inmediatamente al plano que le corresponde o, si se quiere, a su comunión o concierto? O bien, ¿se queda por algún tiempo cerca de sus seres queridos y lugares que amaba?

Para responder a esta pregunta, vamos a seguir el desarrollo cronológico de la transición de un alma-personalidad hacia su destino cósmico. El cuerpo, en un último esfuerzo, acaba de darle total libertad al alma-personalidad que albergaba. Esta se encuentra libre, pero todavía está un poco marcada por las vibraciones materiales que la impregnaban mientras estaba encarnada. Se siente inmensamente ligera y al mismo tiempo unida por una percepción más sensible al entorno que acaba de abandonar. Siente a los que están a su alrededor de una manera más intensa, y le parece ser ellos al mismo tiempo que ella misma, y la forma en que siente es comparable a la que el cuerpo le permitía percibir con sus cinco sentidos objetivos, además de un poder de síntesis y de percepción mucho más intenso. Podríamos decir que es como aquellos a quienes percibe y al mismo tiempo es ellos.

Si está suficientemente evolucionada, comprenderá lo que pasa y podrá transmitir a los seres queridos que acaba de dejar vibraciones apacibles y reconfortantes, que les ayudarán a soportar la separación provisional.

Si tiene alguna cosa importante que comunicarles, o no ha podido hacerlo a causa de una transición demasiado repentina, se servirá del mismo medio; es decir, se esforzará en hacerles la revelación necesaria interiormente, dirigiéndose al yo espiritual de los que siguen en el plano físico. No utilizará otros medios, porque no puede hacerlo, no puede desearlo y no lo desea. Si los que continúan aquí abajo se abren interiormente y se encuentran en el estado interior deseado, como normalmente ocurre entre seres que están unidos por los lazos de amor, la comunicación les llegará más fácilmente, sin que necesariamente se den cuenta que proviene del ser desaparecido. Pensarán o actuarán de una manera definida, creyendo que parte de ellos el origen de su comportamiento, sin sospechar que sea una posible sugestión del difunto.

Si a causa de un estado de exteriorización demasiado intenso, la impresión que transmite el desaparecido no es inmediatamente percibida, se quedará, sin embargo, latente en el yo subconsciente del destinatario y en la primera ocasión, tarde o temprano, aflorará al nivel consciente, será aceptada y puesta en ejecución. Debo recordar que únicamente las impresiones buenas y constructivas pueden transmitirse, llegar a su destinatario y ser objetivadas por él, bajo su responsabilidad.

Toda impresión negativa o destructiva será rechazada por el yo espiritual del que la recibe. Toda reacción de desagrado es debida al yo humano, en los únicos niveles mental e intelectual, elementos motores de la vida manifestada.

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