LA MUERTE Y EL MÁS ALLÁ
Sexta parte
Por Raymond Bernard, F.R.C.
EL MARAVILLOSO CONJUNTO
En la gramática hay ciertas excepciones. Pero, felizmente, estas excepciones no constituyen la gramática.
Al empezar con las excepciones espirituales, hemos elegido un camino que nos permite volver a la regla y, de esta manera, poder abarcar el maravilloso conjunto.
Las reiteraciones, en un tema tan elevado, son necesarias para poder explorar perfectamente todas sus fases. Volvamos pues una vez más a los instantes en los que la transición se acerca y, examinemos lo que le ocurre al alma-personalidad, cuya expresión en el plano material, ha estado dentro de la norma, según la comprensión cósmica y las reglas de la evolución.
El único combate, en el momento de la muerte, si es que a esta fase generalmente rápida se le puede llamar combate, tiene lugar sólo en el nivel mental.
Sólo tendrá lugar, si existe temor; es un reflejo medio psíquico, ante lo que todavía es desconocido para el cuerpo. Esta impresión cesa, cuando el alma queda totalmente liberada. No existe si el moribundo se extingue apaciblemente, sin temor, en un ambiente armonioso. Volveremos más tarde sobre el ambiente que debe rodear al que nos deja, pero bueno es por el momento, insistir en el hecho de que toda manifestación ruidosa y desordenada, aunque no culpable y justificada por una profunda pena, no ayuda en nada al moribundo. Este, mientras todavía está consciente, sufre en su cuerpo por no poder dar el consuelo que necesitan los que le rodean. Quisiera hacerlo pero no puede. Además, si su temor todavía subsiste, los gritos y lamentos ruidosos aumentarán el esfuerzo que tiene que hacer por reconocer esa incógnita que se abre ante él. El alma-personalidad completamente liberada, quisiera hacer partícipe a los que acaba de abandonar físicamente, del bienestar que experimenta en su nuevo estado. Como ya he dicho, lo único que hace es esforzarse en transmitir vibraciones consoladoras desde el interior, pero los instantes que con gran amor emplea en este esfuerzo, le serían útiles, por otra parte, si los consagrase a volverse a conocer a sí misma y a su nuevo estado, sin por eso romper los lazos de afecto que siempre la unirán con los que se quedan. Si un ser querido les abandona, dejen libre curso a su pena interior, lloren, pero en silencio, con respeto y dignidad. Es la mejor asistencia que pueden darle al que parte para el reino del reposo y de la paz.
En el momento de la separación del alma, el cuerpo permanece pasivo, la liberación se produce, de alguna manera, desde arriba. Es como si el alma-personalidad fuese aspirada por el medio que le es propio. De hecho, nosotros, como Rosacruces, comprendemos que el alma universal, en cuyo seno se ha desarrollado esta personalidad particular e individualizada, "se retira en ese momento con su fuerza cohesiva y vital de un vehículo físico que ya no le es útil, llevándose en su retirada, la personalidad encarnada".
Constataremos también que, entre los adeptos avanzados, hay algunos que todavía creen que la personalidad anímica apenas liberada de sus amarras materiales, se presenta inmediatamente delante de un juez que determina el valor de la encarnación que finaliza, y adjudica al alma-personalidad una morada por un tiempo definido. No existe juez ni entidad encargada de tal misión en el plano cósmico. El alma-personalidad se juzga a sí misma, como ya veremos, y su grado de evolución, teniendo en cuenta su última encarnación, es lo que hará que pertenezca durante su estancia en el plano espiritual, a un grupo espiritual u otro, al ambiente vibratorio de uno u otro concierto o familia cósmica.
Otro error extremadamente grave y muy extendido, consiste en creer que, apenas la transición ha terminado, el alma-personalidad ve a Dios, a Cristo o a algún otro maestro cósmico, que acude a dar su veredicto en un sentido u otro. Semejante creencia es un absurdo. No olvidemos que " como es arriba es abajo". En la Tierra estamos rodeados y penetrados por todas partes de múltiples y diversas vibraciones y, aunque somos partes integrantes de un universo cósmico poblado de seres desencarnados, no nos damos cuenta de su presencia; pensamos y actuamos a nuestro nivel y nuestra participación se limita a lo que estamos capacitados para alcanzar, sea por nuestros cinco sentidos o por nuestras facultades psíquicas más o menos desarrolladas. Lo mismo ocurre con el alma-personalidad desencarnada. En otros términos, no tiene más consciencia de la que tenemos los humanos de los planos o grados que le son superiores y, menos aún, de las personalidades que los habitan. De hecho, tanto ellas como nosotros, todos vivimos en Dios.
Nunca repetiremos bastante que, en Él tenemos la vida, el movimiento y el ser. Como por lo general no estamos suficientemente evolucionados, no tenemos consciencia de ello. En la misma situación que nosotros están las almas-personalidad, salvo si han adquirido el grado de perfeccionamiento deseado, que les permita vibrar en el nivel de ese concierto sublime y final. Por consiguiente, la personalidad anímica desencarnada experimenta sólo una transferencia de consciencia en el nivel de lo invisible, en el nuevo estado que será suyo. Sea cual sea la familia, concierto o grado al que pertenezca, se encontrará en la misma situación que nos encontramos nosotros aquí abajo con respecto a los planos superiores, en los cuáles creemos aunque no los conozcamos, con la diferencia considerable que ella será capaz de conocer el punto alcanzado en su desarrollo en relación con el alcanzado en su lejano pasado, ahora totalmente descubierto ante ella. Verá y comprenderá los errores cometidos durante la encarnación, aceptando la necesidad de una justa compensación para su propio bien, en condiciones y medios similares a los que conoció anteriormente.
Antes de unirse a uno de los grados de los cuales he hablado antes, el alma-personalidad permanece durante unos siete días en el ambiente, en el aura de la Tierra, y en particular en las proximidades de la residencia que acaba de abandonar. Puede parecer inútil conocer o señalar este rasgo humano de un estado espiritual. Efectivamente lo sería, si no sirviese de ayuda a los que se quedan en el plano físico. El alma-personalidad durante estos siete días se habitúa a su nuevo medio. Toma consciencia, se despierta a un estado que es fundamentalmente el suyo, pero del cual había perdido el hábito. Al mismo tiempo mantiene contacto con los que ha abandonado, de la manera que ya he mencionado antes, no de otra. Es como un último adiós a las circunstancias que ha conocido y a los seres queridos que ha abandonado provisionalmente. Si tiene consciencia de alguna circunstancia en particular, la ve inmediatamente de nuevo; ella es esa circunstancia. Si tiene el recuerdo de un ser que ha amado, inmediatamente está en comunicación interior con él. Ella es inmediatamente aquello de lo que tiene consciencia. Pero sobre todo, al darse cuenta de su nuevo estado, comprende que necesita elevarse, es decir, encontrar su familia espiritual, participar en su grado. Si no ha tenido interés durante su encarnación en cuestiones metafísicas o espirituales, no comprende lo que debe hacer, estos siete días le sirven para conocer sus facultades, sus nuevos poderes y habituarse a ellos. Lo que pasa a continuación, quizás, sea poco esperado por ella; permanece en este estado de la transición, hasta que no esté en desventaja con las almas más adelantadas.
¿Qué va a pasar a continuación?
Todos los adeptos reconocen que en este momento, el alma-personalidad entra en un período que, usando una imagen, puede compararse al sueño. Realmente se trata de un período total de consciencia. Podemos llamar a este estado segunda muerte o de cualquier otra manera. Poco importa el nombre en tales materias. ¿Por qué este sueño? ¡Qué admirables son las leyes del cósmico! Esta particularidad de la transición del alma, ha sido establecida de acuerdo a la gran, a la única ley de amor universal que preside la creación. El alma-personalidad, habiendo tomado consciencia de su nuevo estado, necesita ahora unirse a su grado o concierto. En otros términos, necesita tomar consciencia de sus almas hermanas ~ de esas almas que por distintos caminos y diferentes experiencias, han alcanzado el mismo nivel espiritual. Contemplen a un niño durmiendo. A medida que pasan los días, días hechos sobre todo de sueño, el bebé va despertando a la vida del mundo. A cada nuevo despertar, sus ojos brillan más, su sonrisa se agranda.
Poco a poco va conociendo el entorno humano. En el plan cósmico, después de una vigilia temporal, después de la transición de un plano al otro (a ese plano que el bebé vuelve a encontrar durante su sueño, pero de modo inverso y por razones parecidas de toma de consciencia), el alma-personalidad se duerme.
En este punto mi concepción difiere de las conclusiones de todos lo que se han dedicado a investigar sobre la gran experiencia. Algunos constatan este sueño sin más. Otros declaran que tiene lugar bajo la influencia de la familia espiritual a la que pertenece el alma-personalidad y más particularmente bajo la influencia directa de una o varias almas-personalidad de esta familia, venidas al encuentro de la que llega, para conducirla sana y salva a su morada. La verdad es mucho más bella que todas estas interpretaciones. El universo está magníficamente ordenado y las leyes que lo gobiernan son ineludibles y rígidas para el mayor bien de la creación.
Este sueño es una ley con el mismo objetivo que el sueño del cuerpo. No necesita ser provocado. "Está dentro del orden de las cosas", como el hecho de comer o beber, dormir o respirar. La muerte es el sueño del cuerpo y el despertar del alma a una condición diferente. La segunda muerte es el sueño del alma y su nacimiento a una nueva vida, a una existencia particularizada en una familia cósmica determinada y merecida.
Después de éste breve sueño, el alma-personalidad volverá a tomar consciencia, esta vez, percibirá a las otras almas-personalidad de su grado y su existencia ~de lo cuál ya hablaré~ se acoplará a su nuevo ambiente. ¿Qué pasa durante ese sueño, exteriormente al alma-personalidad? Aquí tocamos un punto extremadamente delicado.
Hay quién afirma que ese sueño le evita tomar consciencia de las bajas y penosas vibraciones que envuelven la Tierra y que están causadas por los pensamientos negativos del mundo o por la presencia de algunas almas apegadas a la Tierra. Estoy persuadido que eso no es así y hago notar que esta explicación no resuelve el problema de lo que pasa durante este sueño del alma. En efecto, algo ocurre y ha sido presentido, aunque mal expresado por muchos autores místicos.
Realmente es en éste momento cuando el aliento divino se transmite al alma-personalidad. Entendamos por esto, que por medio de las fuerzas y leyes cósmicas, se purifica de sus últimas vibraciones materiales y se carga de la energía positiva necesaria para su nueva expresión cósmica. El niño toma posesión de su cuerpo físico; el alma toma posesión de sus facultades propias. A su despertar, no volverá a ser la personalidad anímica que abandonó un cuerpo humano. Será el alma-personalidad consciente de sí misma que fue desde el comienzo.
sábado, 17 de noviembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario