sábado, 10 de noviembre de 2007

La muerte y el más allá (5)

LA MUERTE Y EL MÁS ALLA
Quinta parte
Por Raymond Bernard, F.R.C.


ALMAS APEGADAS A LA TIERRA

Antes de seguir adelante, vamos a agotar el tema del nacimiento de un alma-personalidad, concentrándonos algunos instantes en las almas que según hemos dicho, se encuentran apegadas a la Tierra.

Debo precisar que, a pesar de las apariencias y conclusiones precipitadas debidas a un examen demasiado superficial de un mundo extremadamente materialista y materializado, hay relativamente muy pocas almas apegadas a la Tierra. Sigo precisando que estas almas-personalidad están apegadas al mundo físico sólo y exclusivamente por su culpa, a causa del materialismo terrenal amalgamado con ellas durante su encarnación. Estas personalidades son, por así decirlo, demasiado pesadas para encontrar rápidamente su concierto y, de hecho, ningún grado cósmico corresponde a su naturaleza. Están todavía en el grado físico; ante todo, deben tomar consciencia y arrojar sus últimas cadenas antes de volverse a unir a un grado verdaderamente cósmico ~ un grado que, necesariamente, tiene que ser el más bajo de los seis de la primera serie inferior de la esfera espiritual. ¿Por qué están estas almas encadenadas a la Tierra? ¿A que se debe su estado? Esto es lo que ahora vamos a examinar brevemente.

Las almas encadenadas a la Tierra, por emplear la expresión habitual, permanecen en la órbita de nuestro globo, en eso que normalmente llamamos cono de sombra de la Tierra. Inspirados pintores han sabido representar esta condición; poetas malditos o no, le han dado imagen en caóticas estrofas; grandes compositores lo han expresado en lúgubres ritmos y, sin embargo, a mi manera de ver, aunque todos ellos han intuido el estado, no han visto más allá de él.

Ninguno de ellos ha sabido ver la esperanza al final de la noche. Como ya he dicho, cualquiera que sea nuestro estado actual de evolución, todos hemos sido, en un momento u otro de nuestro ciclo anímico, un alma apegada a la Tierra. Es una fase normal de las experiencias que debe afrontar el alma-personalidad. Hemos experimentado este estado y, por eso, ahora somos místicos ávidos de Dios y de regeneración. Es posible que lo fuéramos menos, si en lo más profundo de nosotros no persistiera el recuerdo de la noche. Las almas encadenadas a la Tierra están en Dios igual que todos nosotros. En Él son el movimiento, la vida y el ser, al igual que todas las criaturas. Sólo es necesaria una súplica por su parte, para que sean instantáneamente liberadas de sus cadenas. Permanecen encadenadas por su propio deseo, no quieren soltarse, siguen aferradas a la Tierra, a su vanidad y a sus engañosas ilusiones.

Insisto en que estas almas-personalidad son poco numerosas. Son la excepción dentro del ritmo, la discordancia que a pesar de todo, acrecienta, por contraste, el valor de la armonía. En contra de las apariencias, son extremadamente raros los seres que en nuestra Tierra llevan una existencia tan vil y siniestra, tan cruel e insensible, tan monstruosamente egoísta y tan criminal, como para producir sobre el plano cósmico estas almas-personalidad, cuyo único interés está en el mundo manifestado, rehusando temporalmente todo progreso hacia un grado de comprensión y un estado superiores. El más obstinado de los ateos, el más escurridizo de los incrédulos ( o de los que dicen serlo) conservan las cualidades del corazón, de honestidad, de servicio, aunque sea interesado, suficientes para clasificarlos en la categoría de criaturas evolucionadas de nuestro mundo.

Frecuentemente se tiene la tendencia a pensar que las profesiones de fe, las mortificaciones, las renunciaciones, o los gestos exteriores, son el signo de un ser espiritualmente superior. Olvidamos que desde el punto de vista cósmico, el hombre es juzgado por sus actos, por sus prácticas y utilización de la existencia y por su profunda y verdadera intención ~ jamás por sus creencias o actitudes. Por eso, el ateo honrado, es más merecedor que el hipócrita piadoso; uno y otro serán juzgados por su verdad, no por sus afirmaciones. Nunca podemos afirmar, que tal o cuál persona famosa por sus errores o crímenes, pueda ser un alma encadenada a la Tierra. Es posible que su compensación kármica sea tremenda, pero esto no significa que esa alma no se reunirá, en el reino espiritual, con uno de los grados en el que podrá medir con más rigor la amplitud de sus faltas, y la necesidad de repararlas. Por el contrario, tanto el hombre ignorado como el célebre, si viven una existencia dominada por una pasión que los convierte poco a poco en ella misma, hasta el punto que ya no sufren por su causa, sino que es la pasión encarnada en su ser la que piensa y actúa por ellos; por supuesto que estos hombres mantienen su alma en el cono de sombra de la Tierra. Están cargados de vibraciones materiales intensas, centrados exclusivamente en su pasión y en un mundo en el que esa pasión puede ser saciada y, en cierto modo, voluntariamente, permanecen en la proximidad del medio que aman esperando lo imposible, creyendo o soñando que viven como antaño y, sufriendo, oprimidos por una pesadilla que se eterniza, a la espera de un despertar que no se produce. Creo inútil repetir que tales almas-personalidad no pueden de ninguna manera influir o actuar sobre los seres vivientes. No solamente les es imposible, sino que además están tan replegadas sobre sí mismas en su estado, que en muchos aspectos se parece al sueño, como para simplemente tener el deseo, ni siquiera el pensamiento.

Sin embargo, es verdad que gentes inexpertas, o bien particularmente sensible, supersticiosas y temerosas, dispuestas a aceptar y reconocer todo, se ponen algunas veces, por medio de sus vehículos sutiles, en un estado psíquico tal, que se elevan hasta el nivel de las almas encadenadas e impresionadas psíquicamente por lo que sienten, transmutan estas impresiones en interpretaciones grotescas y groseras, y condicionadas por su comprensión desviada, se hacen una idea radicalmente errónea del reino cósmico, y generalizando un hecho excepcional, ¡deciden que han encontrado un ser demoníaco o una potencia siniestra! ¡Que decir de los que se dejan guiar por semejantes impresiones! ¡Sacan de ellas unas enseñanzas y un modo de vida …!

Su fantasía se mezcla con otra todavía más trágica, aunque momentánea, y construyen así un castillo sobre fina arena.

Tendrán suerte si tales quimeras no les conducen, por su propia culpa, a un mayor o menor desequilibrio y si sus interpretaciones, gracias a la divina Providencia, les conducen a conclusiones con las que pueden llevar una existencia más o menos razonable.

Las almas encadenadas a la Tierra, a pesar de lo pocas que son, forman un concierto de excepción que tiene sus propios grados. En la mayor parte de los casos, estas almas se liberan pronto de sus cadenas, se deshacen de su sueño y sus quimeras, cesan de replegarse sobre sí mismas y sus recuerdos. Comprenden su estado y entonces aparece la luz al final del túnel. Otras cargadas más pesadamente, podrán reencarnarse llegado el momento, aunque no hayan hecho ningún progreso. Esto, únicamente será posible, cuando el mundo, un país, una colectividad o incluso una familia, a causa de una deuda kármica qué compensar, de una depuración qué sufrir o de una lección difícil qué aprender, tengan que educar a la serpiente en su seno y conocer, por medio de ella, el crisol de la prueba de donde saldrá la comprensión y la luz.

No olvidemos jamás que, si estas almas encadenadas a la Tierra no perciben lo que está por encima de ellas y, por su propia culpa ~ iba a decir por su propia voluntad y su propia decisión ~ no ven más allá de sí mismas, hay por encima otros grados o conciertos, otras familias espirituales que las ven y proyectan sobre ellas vibraciones de amor y de paz, que al primer gesto que hagan, afluirán sobre ellas, purificándolas y dándoles tanta luz como les permita su receptividad, que será tan grande como la intensidad de su llamada.

He hablado largamente, quizás demasiado, de estas almas-personalidad. Su número es tan poco elevado, que unas cuantas líneas habrían bastado. Sin embargo, se les ha dado tanta importancia en la literatura mística bajo un nombre u otro; se ha generalizado tanto sobre ellas, y el miedo que tal estado suscita está tan arraigado en la consciencia de la mayoría, que convenía insistir sobre este punto y llevarlo a sus justos términos. Como he afirmado en incontables ocasiones, la transición del alma-personalidad es un acontecimiento tan ineludible, noble, glorioso y grandioso, que el profundo conocimiento de los hechos que lo envuelven, es una fuente de paz y profundo consuelo ~ jamás de temor. ¡Qué insulto a un universo majestuoso y admirablemente ordenado, dejar que se extiendan tantos errores deprimentes, tantas teorías obscuras y atemorizantes, que con tanta fuerza se adhieren a los espíritus y son la fuente de tantos dolores morales!

Las almas encadenadas a la Tierra lo están voluntariamente. Si un ser cercano a nosotros, aun poseyendo grandes riquezas, lleva a causa de su avaricia la existencia de un mendigo, sin que sea posible hacerle razonar, ¿haríamos algo más que lamentarlo mentalmente y abandonarlo, volviendo a nuestras ocupaciones personales, suficientemente cargadas de preocupaciones, pensando:"después de todo, si se comporta así, es porque le gusta"? No nos preocupemos demasiado de las almas encadenadas a la Tierra. Pensemos en ellas, como lo hacen de más arriba, para enviarles vibraciones de amor y de paz que las envuelvan. Se beneficiarán de ello en su momento, pero cuándo llegue ese momento, depende de ellas. También de la misericordia divina, esa ley cósmica tan bella e incomprendida.

No depende de nosotros.

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