miércoles, 31 de octubre de 2007

La muerte y el más allá (3)

LA MUERTE Y EL MÁS ALLA
Tercera parte
Por Raymond Bernard, F.R.C.


LA MUERTE COMO NACIMIENTO

Por el contrario, desde el comienzo de la separación, hay en el moribundo una percepción aguda de un orden más elevado. La consciencia se expande para abrazar un conocimiento más amplio, que incluye el entorno y también el mundo diferente donde ella se encuentra. Bajo todos los aspectos la muerte es un nacimiento ~ la vuelta a una condición menos limitada. Asimismo, se podría decir que la muerte es una simple toma de consciencia del ser liberado de las trabas que lo encadenaban, ofreciéndole así las experiencias necesarias para una percepción espiritual siempre más elevada. Estas nociones son las que vamos a considerar ahora.

Examinemos brevemente lo que ocurre en el nacimiento y por analogía, comprenderemos mejor los primeros instantes de alma-personalidad, liberada de sus trabas corporales. Cuándo el recién nacido toma su primer aliento, un alma-personalidad se encarna. La vida entra en un cuerpo preparado para el cumplimiento de una misión individual. Durante algunos días, por así decirlo, el alma-personalidad traba conocimiento con su morada. Continúa en cierta medida, en el estado de pura contemplación que acaba de abandonar, pero al mismo tiempo, se inicia en el mundo en el que debe manifestarse, para lo cuál, necesita aprender a utilizar el vehículo físico puesto a su disposición. La consciencia espiritual se extiende entonces por los diferentes órganos y por todas las partes del cuerpo. Después de algunos días, por ejemplo, tendrá toma de consciencia de las imágenes visuales. Estas, por supuesto, existían antes, pero no eran percibidas; ahora se harán cada vez más perceptibles hasta llegar a una plena consciencia. El niño al principio no está conscientemente separado de su ambiente. No siente nada como exterior a sí mismo. Todavía no es la individualidad consciente a la que tiene que llegar a ser, poco a poco. Va cambiando, sin actuación por su parte. De hecho, aprende las primeras lecciones de la vida en el mundo y, lentamente, al objetivarse, pierde a causa de una educación demasiado materialista, toda noción de su anterioridad cósmica que, sin embargo, siempre estará latente en él.

Pasemos estos datos al plano de lo invisible.

Veamos a un alma-personalidad abandonar el instrumento del cuál se ha servido durante años para manifestar en el mundo material. Esta personalidad espiritual, en ese momento, tiene una profunda impresión de liberación. Le parece haber sido liberada de pesadas cadenas y, para usar una imagen clara, diríamos que experimenta el bienestar infinito de una respiración libre de todo impedimento. Sin embargo, esta impresión es súbita: no hay consciencia de un nuevo estado. De la encarnación que acaba de terminar, el alma-personalidad, no se ha separado del todo. Conserva en ella la marca del mundo que abandona. Su consciencia, por así decirlo, sigue aún en el medio desde el que se ha elevado. Lo irá abandonando lentamente, y si en el plano cósmico la noción del tiempo fuese de alguna manera válida, podríamos decir que esa toma de consciencia del nuevo estado, tiene una duración equivalente a la que precisa el niño para darse cuenta de su realidad física. Una personalidad evolucionada, necesita un cierto tiempo para saber que ha vuelto a unirse al plano cósmico, y mucho más, el alma que ha estado prisionera en un ser frustrado o profundamente materialista. Con esto, quiero decir que una personalidad evolucionada, aceptará inmediatamente su estado, mientras que otra rehusará admitir que ha abandonado un mundo al que se encontraba muy unida por alguna actividad definida. Aquí tocamos el problema de las almas apegadas a la Tierra, sobre el cuál volveremos más adelante, cuando estudiemos los planos o moradas espirituales, con el fin de aclarar definitivamente este punto y demostrar que semejante situación no tiene nada de trágico para estas almas, exceptuando la tristeza que produce verlas retrasarse en relación con la evolución general. Todos hemos sido, en una época más o menos lejana, un alma apegada a la Tierra. Esta es una fase normal del ciclo general de la evolución. Lo esencial en este ciclo, es sobrepasar esta fase y alcanzar sin cesar metas más elevadas.

El alma-personalidad, en el momento de la transición, conoce un proceso idéntico al que atravesó en el nacimiento. Vuelve del mundo cargada con nuevas experiencias que van progresivamente sintetizándose en una lección general de un nivel superior, en mayor o menor grado, al de antaño y esta lección, fundida con todas las anteriores, será la base de un desarrollo ulterior. Lo mismo que el carbón es en esencia el más puro diamante, toda personalidad, por muy llena que esté de imperfecciones, deberá inevitablemente, ocupar su sitio antes o después, entre las más bellas joyas de la corona divina. Es necesario recordar esto, cuando un ser querido abandona nuestra compañía. Si partimos para un largo viaje, los que se quedan se sienten tristes y nuestro corazón se angustia, pero nos consolamos pensando que aunque separados por grandes distancias, seguimos viviendo, y sin duda nos volveremos a encontrar tarde o temprano. ¿Acaso no ocurre lo mismo con la muerte de un ser amado? Esa alma-personalidad que se va, sigue su existencia y no ha hecho más que precedernos. La volveremos a encontrar en espíritu y en verdad. Incluso diría que, estaremos así con ella desde el momento de la transición, porque nunca como a partir de ese instante, habremos estado ambos más unidos en la realidad de nuestro ser.

Después de estas consideraciones, estudiaremos las diferentes moradas de alma en el plano cósmico. Es probable que volvamos sobre los instantes mismos de la transición y ampliemos los detalles. Un tema tan complejo, obliga necesariamente a continuas precisiones, incluso a repeticiones, pero al final de la exposición, habremos logrado nuestro objetivo, y todos los puntos quedarán perfectamente aclarados. Ya no habrá para nosotros "más problemas de la muerte".

Vamos a contemplar un alma-personalidad separándose lentamente de su envoltura material. Está abandonando un vehículo que ya no le es útil por razones funcionales y, mientras espera las nuevas experiencias que deberá conocer para su propia evolución desde su última reintegración al Todo Universal, descansa por cierto tiempo, reposando en el nivel de uno de los planos previstos desde el comienzo.

No hay comentarios: